La llegada de la primavera se asocia comúnmente con un periodo de alegría: dejamos atrás el frío invierno y los días se hacen más largos y el tiempo mejora exponencialmente. Pero hay un grupo de personas para los que la llegada de esta florida estación no es tan buena noticia: los alérgicos al polen.
Estornudos, irritación en los ojos, mucosidad, picor de nariz…, son algunos de los molestos síntomas que acompañarán durante varios meses a un grupo de conductores cada vez más numeroso.
Y, por si no lo has notado, son situaciones que pueden alterar de manera significativa el comportamiento al volante. Es por ello que hay que tomar una serie de medidas que, en caso de sufrir estas alteraciones, nos permitan conducir de la manera más segura posible.
Por propio sentido común, quien padezca alergia al polen, debería conducir con las ventanillas del vehículo cerradas. Se trata de la manera más efectiva de minimizar la exposición al ambiente. Por supuesto que, para ello, ayuda tener aire acondicionado en el coche.
Otra medida muy importante es conservar en buenas condiciones el filtro del habitáculo. Su función es mantener el aire interior del vehículo lo más limpio posible, reteniendo las partículas en suspensión que se encuentran en el aire. Son eficaces tanto para el polen como para el humo de los tubos de escape, cenizas y otros elementos volátiles. Y aunque la mayoría de los fabricantes recomiendan cambiarlo aproximadamente cada 15.000 kilómetros, no es mala idea hacerlo al principio de cada primavera.
Por último, suele ser habitual tomar medicamentos para paliar los síntomas de la alergia, del tipo antihistamínicos. Es importante leer el prospecto que los acompaña porque muchos de ellos producen somnolencia, con el consecuente peligro que ello puede suponer, especialmente si tenemos que conducir durante un largo período de tiempo.