Casi sin darnos cuenta, este año nos encontramos casi en pleno invierno. Bajada de temperaturas, lluvia, heladas y algo de nieve. En resumen, un tiempo con el que dan ganas de quedarse en casa bajo techo
Y eso querrían también nuestros coches… Lamentablemente no todos duermen en garaje. No se trata de hacer sangre por este asunto, ya que no todo el mundo dispone de un refugio para su coche, pero vamos a ver cómo afecta a nuestro amigo de cuatro ruedas pasar las noches a la intemperie.
Los primeros damnificados son los líquidos. El de frenos, lubricantes y refrigerante pierden, en un primer momento, parte de sus características, por lo que una buena idea sería arrancar unos minutos antes el motor con el fin de que los diferentes fluidos lleguen a su temperatura óptima de funcionamiento. Una vez que con la temperatura del motor, los fluidos adquieren su estado óptimo, es el momento de iniciar la marcha sin perjudicar los diferentes mecanismos de nuestro vehículo.
Los neumáticos, elemento que siempre tenemos que vigilar ya que es el único punto de contacto con el suelo, pierden una mayor cantidad de aire con el frío. Por tanto hay que estar alertas a la presión de las ruedas, ya que resultan un elemento esencial, no solo para nuestra seguridad, sino también para el consumo de combustible.
Los limpiaparabrisas son otras de las piezas que más sufren. Máxime si los ponemos a funcionar sobre una capa de hielo. No está de más llevar un rascador plástico que les facilite, en un primer momento, la tarea.
Por último, otro de los elementos que más sufren con el crudo invierno es la batería. Por eso, a veces y según las condiciones de mantenimiento en que se encuentre, es tan difícil arrancar el vehículo con el tiempo frío.