Conducir en una recta es fácil. Cualquiera puede hacerlo. La cosa se complica, y a veces mucho, cuando vienen curvas. Ese es el momento en que se mide la destreza de un conductor.
Ello se debe a las inercias que generan los cambios de peso, tanto en las frenadas como al realizar las trazadas. En resumen, que tiene que ver con la física.
Vamos a proponer una serie de recomendaciones (algunas de las cuales seguir que tenemos interiorizadas) para evitar disgustos (y mareos en nuestros acompañantes)
Mira más allá
Saber cómo es la curva que vamos a tomar es fundamental. Por ello, tenemos que fijar la mirada lo más lejos posible, lo que nos facilitará la maniobra. La señalización vertical en la carretera también nos dará pistas, tanto la que indica el sentido de la curva como la velocidad máxima. Si marca 30 kilómetros por hora, sabemos de antemano que el trazado no es fácil. También nos ayuda el plano en el GPS, si es que lo llevamos.
Velocidad, la justa
Una curva lenta suele ser más difícil de tomar que una rápida. Por el contrario, un error en estas últimas, puede ser más peligroso. Por eso, debemos tomarlas al ritmo justo y, si es necesario frenar, hacerlo antes de que empecemos a girar el volante, ya que tendremos una mayor estabilidad en el vehículo.
Obviamente la marcha que elijamos también nos pondrá más fácil (o más difícil) la maniobra con el apropiado giro de motor.
Buenos trazos
La circulación debe ser de fuera a dentro del carril, dibujando la línea más amplia posible en el trazado, obviamente sin invadir la vía contraria.
Con buenas manos
En estos casos es más importante que nunca la posición de “tres menos cuarto” de las manos al volante. Ni arriba, ni abajo. Y por supuesto nunca con una sola. Será la única forma de afrontar con éxito cualquier improvisto.
Su su suave
La brusquedad en la conducción suele traer problemas. Y más en las curvas. La frenada anterior, el giro y la aceleración deben hacerse de forma progresiva para mantener el control.