Es paradójico que la mayoría de las personas esperamos con ansia la llegada del verano para disfrutar del buen tiempo y de las vacaciones pero en cambio, a nuestro coche, no le sienta muy bien, sobre todo si fijamos como destino la playa.
La arena y el salitre, por ejemplo, afectan negativamente especialmente a la pintura del vehículo, pero también a los faros y a los cristales. Producen un efecto corrosivo que ataca a las partes metálicas e incluso al motor.
Si hablamos de los asientos, entrar en el coche con el bañador mojado y con la inevitable arena que arrastramos, tampoco es la mejor opción. A ello, hay que sumarle el sudor, algo muy humano pero que también puede afectar a la tapicería.
Incluso las altas temperaturas pueden afectar negativamente a los materiales del interior. Un buen aliado para minimizar daños es el parasol con el que podemos cubrir el parabrisas.
Lo ideal es proteger a nuestro coche estacionándolo en un garaje interior, pero no siempre es posible. En todo caso, es mejor alejarlo lo máximo posible del alcance de la brisa marina e incluso cubrirlo con una funda.
El exceso de humedad también puede ser un enemigo del sistema eléctrico, especialmente del motor de arranque y del alternador. Otros elementos a vigilar son la batería (por el exceso de calor) y los neumáticos, que pueden sufrir un desgaste mucho más rápido.
Por todo ello, una vez acabadas las vacaciones, además de lamentarnos, no está de más realizar una intensa limpieza tanto por dentro como por fuera de nuestro vehículo, sin olvidarnos de los bajos y de las llantas.
Atendiendo esta serie de aspectos, quizá consigamos que nuestro coche no nos ponga mala cara cuando en el navegador introduzcamos una dirección de la tan (ansiada) costa de nuestra geografía.