Ya estamos en plenas celebraciones navideñas. Empezamos hace unos días con las comidas y cenas de empresa y ahora seguiremos con los banquetes en familia. Son momentos de alegría y reencuentros en los que no suele faltar el consumo de alcohol.
El problema llega a la hora de coger el coche si hemos tomado alguna copa. Conducir tras haber ingerido alcohol por poco que sea, puede suponer un riesgo tanto para nosotros como para el resto de usuarios de las carreteras.
La tasa de alcohol máxima permitida por ley varía según cómo se realice la prueba. Cuando se trata de aire aspirado, la tasa es de 0,25 mg/l (es el test que nos realizan los agentes de Tráfico en carretera); si es un análisis de sangre, la máxima será de 0,50 gr/l. Además, en caso de conductores noveles o profesionales, la tasa es menor. Concretamente 0’3 gr/l en sangre y 0’15 mg/l en aire expirado
Las copas de más pueden salir caras. Entre 0’25 y 0’50 mg/l en aire aspirado, la multa es de 500 euros y cuatro puntos menos en el carnet. Si se superan los 0’5 mg/l, la sanción sube a 1.000 euros y a seis puntos. En caso de reincidencia, son también 1.000 euros y cuatro o seis puntos dependiendo de la tasa que se registre.
La tasa de alcoholemia depende principalmente de cuatro factores: el sexo del consumidor, su peso, la cantidad de alcohol puro ingerido y el volumen de la bebida.
Para ponernos en situación, un solo gin tonic ya sea en hombres como en mujeres superaría el 0’5 gr/l en sangre. Dos copas superarían el 1’2 gr/l, por lo que ya se consideraría delito, penado con entre 3 y 6 meses de prisión.
Si hablamos de cerveza, un hombre de complexión normal (entre 70 y 80 kg) necesita dos tercios para superar el límite permitido, mientras que una mujer de entre 50 y 60 kilos daría positivo con uno. En cuanto al vino, un hombre de 70 kilos rozaría el positivo con una sola copa de 100 ml, mientras que una mujer, lo superaría.
En resumen, por tu seguridad (y por tu bolsillo) lo mejor es cero alcohol si vas a conducir.