Viajar de noche puede parecer una buena idea, especialmente en nuestros desplazamientos de vacaciones. La intensidad del tráfico es mucho menor y además nos permite aprovechar más las estancias. Por el contrario, la visibilidad se reduce de manera drástica lo que puede lugar a sufrir algún tipo de accidente. Si a ello le sumamos que el 90% de la información que recibimos para conducir lo hacemos a través de la vista, entendemos porqué es una opción que no convence a mucha gente.
No obstante, si eres una de esas aves nocturnas que prefiere conducir cuando ha caído el sol, te vamos a ofrecer una serie de consejos para que puedas hacerlo con la mayor seguridad posible:
Enciende las luces de cruce al atardecer
Conectarlas cuando todavía hay luz es más una precaución para que te vean que para ver. Por supuesto también es recomendable encenderlas cuando llueve o por cualquier otra razón que disminuya la visibilidad. Por otro lado, evita deslumbrar al resto de conductores, haciendo un uso adecuado de los faros.
Adapta (reduce) la velocidad
El campo visual por la noche se reduce a la que nos ofrecen nuestras luces, por lo que es aconsejable levantar el pie del acelerador para evitarnos sustos con los que podemos tener delante de nosotros en la carretera. La velocidad recomendada en las carreteras españolas es de 90 kilómetros por hora.
Prestar especial atención a la distancia de seguridad
Lo ideal es estar al menos a tres segundos del vehículo que tenemos delante. Si este, por alguna circunstancia frena, lo más seguro es que no nos llegue información previa de su maniobra, debido a la oscuridad.
Estar alerta a los síntomas de cansancio
Conducir de noche significa, normalmente, que le estamos restando horas a dormir. Por eso hay que estar muy atentos y parar ante los primeros indicios: ojos que se cierran involuntariamente, falta de concentración, bostezos continuos… La pérdida de reflejos puede ser similar a la que se produce cuando se conduce con una tasa de 0,5 g/l de alcohol en sangre.