A la hora de conducir hay que tomar una serie de precauciones que son importantes para nuestra seguridad. Detenerse a descansar cada dos horas, un adecuado mantenimiento del vehículo, especialmente en lo que se refiere a los neumáticos, y no consumir ni una gota de alcohol, están entre las más importantes.
Pero hay una a la que no se le da toda la importancia que tiene y que es fundamental. Se trata de cómo nos sentamos para conducir. Una mala postura al volante puede mermar la capacidad de maniobra, empeorar la visión y hacer que nos cansemos más rápidamente. Por eso, antes de arrancar el coche, debemos ajustar el asiento (y el volante, si es posible) para conseguir una postura cómoda y segura.
Regular la distancia del asiento. La ideal es en la que al pisar el pedal del embrague, la pierna izquierda queda estirada pero sin encajar la rodilla. La pierna no debe quedar estirada del todo para que podamos pisar a fondo freno y embrague en caso de necesidad.
Ajustar la altura del asiento. Lo más importante es no perder visibilidad.
Postura al volante. Seguro que lo recuerdas de la autoescuela. Las rodillas no deben rozar el volante, debemos sentirnos cómodos y tener una buena visibilidad del cuadro de mandos y de la carretera. Las manos deben sujetar el volante de manera firme y en posición “tres menos cuarto” aporoximadamente.
Regular la inclinación del respaldo. Cuanto más vertical esté, mejor será para tu espalda. En cuanto a la distancia de los brazos, al estirarlos las muñecas deberían poder apoyarse en el volante. Si hay más distancia no se reacciona bien a los posibles imprevistos, y si estamos demasiado cerca, las maniobras se realizan con más dificultad.
En cuanto al reposacabezas, cuanto más pegado esté a la parte trasera dela cabeza, mejor. Y no olvides regular los espejos retrovisores antes de iniciar la marcha.